lunes, 19 de marzo de 2018

Cuerpos e identidades trans


¡Nació con un pene! ¡Es un niño!

Seguramente la afirmativa de que los bebés que nacen con un pene son niños es cierta, pero… puede que no. Los cuerpos tienen un papel innegable en la asignación de nuestros géneros al nacer, pero muchas veces llevan a equívocos, cuando la identidad de género se desarrolla en otro sentido. Así que podemos afirmar que solo tendremos total seguridad del género de un bebé cuando crezca y pueda testificar por si propio "soy un niño" o por si propia "soy una niña".

La realidad de las personas trans hace evidente ese hecho. De poco sirve asignar un género a una persona e imponérselo al largo de todo el desarrollo de la crianza si ella o él no se identifica con ese género asignado.

Lo que producimos son personas inseguras, que se creen erradas, malas o que son aberraciones. Personas que se reprimen, que sufren mucho y que ese dolor va a marcar sus vidas, aunque no se pueda relacionar su sufrimiento directamente con su conflicto de identidad.

La tendencia es que en algún momento ese conflicto vaya a emerger. Como ya se evidenció desde la concepción psicanalítica del sujeto, sentimientos reprimidos son flujos intensos de energía mental y emocional que como volcanes buscarán medios de se hacer manifiestos. Se producen síntomas físicos, enfermedades, agresividad, rebeldía, depresión, melancolía y incluso suicidio.

Como sociedad, necesitamos entender es que ser trans no es una cuestión de elección. La única opción real es vivir de acuerdo con su identidad o renunciarla. Porque ser trans es una cuestión de identidad: quién uno realmente se siente y es. Ser trans no es modismo, no es fetichismo, perversión sexual, travestismo o una cuestión comportamental. No tiene nada que ver con orientación sexual (qué género nos atrae). Personas trans no son malas, no quieren ofender, rebelarse, simplemente quieren vivir. Vivir y tener sus identidades aceptadas con dignidad y respeto.

La mirada ajena

Pero la realidad nos enseña a personas trans que ser aceptadas y respetadas no ocurre naturalmente. Una vez que nos configuramos como un cuestionamiento al rígido sistema binario internalizado por nuestras sociedades occidentales patriarcales, somos percibid@s con gran desconfianza. Y como gran parte de nosotr@s bien sabe, ser diferente nos causa dolor e sufrimiento. Somos víctimas de discriminación, prejuicios y bullying y absoluta falta de comprensión. Ser una persona trans visible (lo que no es una opción para gran parte de las mujeres trans) nos sujeta a todos los tipos de juzgamientos y blanco de las miradas ajenas. 

Pero, es importante también saber que la mirada de las personas hacia nosotr@s no necesariamente significa negatividad y desaprobación. Estoy segura que en muchos casos, nos miran porque estas personas aún no habían visto personas trans en su vida cotidiana, porque les estamos enseñando que trans no es un sinónimo de marginalidad y prostitución, porque pueden estar fascinadas y principalmente curiosas.

Cuando respondemos con incómodo les estamos pasando la idea de que tenemos vergüenza, de que somos algo feo que se debe ocultar. O peor, cuando respondemos con agresividad, les estamos afirmando que personas trans son personas marginales y antisociales. Debemos responder con una discreta sonrisa, que enseñe que somos personas normales en la misma medida que cualquier otra persona, que podemos ser simpátic@s y principalmente que somos orgullos@s de quienes somos.

Nuestros cuerpos y sus rasgos masculinos o femeninos no deben ser motivo de vergüenza, pero de una señal de nuestra diversidad, de nuestra identidad y personalidad. Pero ese es uno de los puntos más complejos para las personas trans: la aceptación de sí mism@.

Hace mucho que la sociedad impone modelos estéticos que hacen muy mal a las personas que no consiguen adecuarse a los mismos, produciendo graves trastornos. Los hombres, por un lado, deben exhalar masculinidad y virilidad, con cuerpos altos, musculosos y fuertes. Por otro lado, la presión social hacía las mujeres es mucho más implacable debido a las normas sexistas de nuestra sociedad y la cosificación sexual de ellas. Mujeres tienen que ser delgadas, altas, siempre jóvenes, con sonrisas perfectas, sin celulitis, sin vellos, de cintura súper fina, senos grandes y empinados, caderas largas pero no en demasiado… y por supuesto sin pene o cualquier otro rasgo masculino.


La estética de la perfección

Hay una conocida anécdota que nos cuenta que cierta vez se le preguntaron a Michelangelo como había esculpido su obra más famosa, David, una bellísima representación masculina de cerca de 4,5 metros, tallada en un simples bloc de mármol. Su respuesta habría sido más o menos esta:
Es muy sencillo. En realidad, David siempre estuvo en el mármol; solo se le quité al mármol no que no era David.

Eso suelen hacer todas las personas. Eso hacemos las mujeres y hombres trans. Tenemos preconcebidos dentro de nosotras y nosotros modelos estéticos de qué es una mujer y qué es un hombre; y entendemos nuestro proceso de transición como quitar de nuestros cuerpos (nuestros blocs de mármol) todo lo que no entendemos que no es David o Venus (nuestros modelos de género predefinidos). Cuestionamos cuando la sociedad no nos acepta, para gran parte de nosotr@s tampoco se acepta tal y como somos.

Nuestros conceptos ideales de hombres y mujeres vienen de nuestro contexto sociocultural, construido y modificado al largo de siglos de historia a través de las artes plásticas, del discurso sexista dominante, del cine y  - principalmente a partir del siglo XX - a través de la propaganda.

Así, aun mismo sin darnos cuenta de nuestros procesos mentales, entendemos y practicamos la transición como un proyecto personal bien definido con principio, un medio y un fin claro y objetivo. Partimos de las hipótesis de que "cuanto más mi cuerpo está alineado al modelo masculino/femenino, más me perciben como hombre/mujer" y "cuanto más me perciben como hombre/mujer, más siento validada mi identidad". 

Probamos nuestras hipótesis diariamente, a través del feedback de familiares, amig@s y principalmente de desconocidos. Si me miran raro, siento mi identidad cuestionada al entender que no me perciben correctamente como hombre/mujer, y concluyo que mi expresión estética aún no está alineada lo suficiente al modelo social esperado para mi género.

De esa manera, intentamos eliminar todo lo que cultural y socialmente no es identificado como femenino/masculino. No hesitamos en someternos al martillo y al cincel para quitarnos de encima los trozos de mármol que entendemos no pertenecer a nuestra identidad.

Lo que estamos haciendo en realidad es replicarnos el binarismo, la división patriarcal de géneros y las rígidas estructuras sociales contra las cuales las identidades trans necesariamente se rebelan. Buscamos nos exprimir dentro de una forma que obviamente no es adecuada para nosotr@s, cuando deberíamos intentar flexibilizar sus bordes para que acojan a todas y todos tal y como somos. Buscamos la aceptación social no por la normalización pero por la sumisión a las reglas del juego… nos tornamos "los esclavos capataces de los demás esclavos".

Cuanto más nos acercamos al modelo de David, de Venus, de Pablo Alborán, David Beckham, Scarlett Johansson o Pilar Rubio más nos invisibilizamos. Cuanto más nos invisiblizamos, más se olvidan nuestros derechos, nuestra diversidad, nuestra historia y nuestros sufridos procesos. Las personas trans ¡dejamos de existir!

No quiero decir con eso que debemos abandonar nuestros aspiraciones de sentirnos más bonit@s y más satisfech@s con nuestros cuerpos. Debemos seguir nuestro corazón y buscar nuestro propio equilibro estético, pero posibilitándonos ser nosotras mismas y nosotros mismos sin tener que seguir paso a paso un libro de recetas para que seamos validados como personas.

Nuestros cuerpos y la expresión de la identidad

La transición es un proceso individual, personal, subjetivo. La transición externa debe ser un proceso de descubierta, de moldar el propio cuerpo con arcilla, lentamente e ir descubriendo la alegría de nos encontrar dentro de las formas que nos salen.

Es un proceso continuo, permanente, que no tiene que culminar con genitoplastia, vaginoplastia, metoidioplastia, faloplastia, orquiectomía o cualquier otro de estos procesos de nombres raros y difíciles de pronunciarse. Esta puede ser para algunas personas una parte del proceso, pero no necesariamente y no obligatoriamente. Y definitivamente no debería ser percibido como el fin del proceso.

No hablamos de seguir las viejas escuelas e intentar tallar el mármol para recriar David a la perfección. Si nos ponemos todas las personas del mundo a hacerlo, seguro que poquísimas conseguirían llegar a una reproducción parecida con el modelo.

Lo que hablamos es de crear un nuevo proceso personal, y llegar a los más diversos resultados. Que seamos artistas experimentales de nuestra propia experiencia y nos permitamos expresar la arte de nuestros cuerpos y nuestras identidades con orgullo y diversidad.

Ser mujer, o hombre, es una cuestión de identidad, no de biología. Existen personas delgadas, muy delgadas, gordas, con todos los tipos y colores de pelo, con uñas grandes o cortas, con piel negra, blanca, amarilla, roja, morena o cualquier otra variación de colores. 
Y nosotras mujeres, que más sufrimos con el intento de adecuación de nuestros cuerpos e identidades, tenemos que saber que existen mujeres con senos enormes, o grandes, pequeños o rectos; y que existen mujeres con vulva y otras con pene.

Lo que buscamos todas las personas trans con nuestra transición social es nuestra felicidad. Pues no dejemos que antiguos modelos estéticos sexistas establecidos a milenios atrás nos sirvan de impedimento a nuestra felicidad. 



Obs.
Pido perdón por centrar mis reflexiones en identidades binarias. El análisis de la situación de personas no binarias es más compleja, pues no cuentan con modelos estéticos propios. En ese sentido, en general, intentan evitar los dos modelos binarios de macho y hembra y situarse en cualquier punto intermedio que no les defina claramente - eliminando lo que consideran los rasgos característicos de cada estereotipo. La complejidad está en que al no existir una "receta preconcebida" de cómo no expresar una identidad de hombre ni  de mujer es muy normal entre las personas no-binarias el sentimiento de frustración e incapacidad de enseñar con sus cuerpos como se sienten por dentro. Por otro lado puede ser libertador y más fácil a las personas no-binarias percibirse a sí mismes como el propio modelo estético de sí mismes.

1 comentario:

  1. Eis aqui um outro texto de excelente esclarecimento, com informações técnicas, científicas e filosóficas sobre os trans que vivem na mesma unidade corpórea a indivisível unidade Homem-Mulher que materializa um dos mais importantes conceitos de Deus Pai-Mãe ou Espírito-Matéria,

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